Estas últimas semanas están siendo críticas para el bono y las bolsas de España e Italia. Ambos países estaban a la espera de una respuesta por parte del Banco Central Europeo que revirtiera su situación o ayudara a mejorarla. Este miércoles de madrugada, el BCE anunció un enorme programa de 750.000 millones de euros, lo que equivale casi al 6% del PIB de la zona euro, para rebajar la presión al menos de manera temporal. Este anuncio ya ha hecho aparecer los primeros estímulos, ya que la prima de riesgo española cayó ayer 43 puntos básicos (hasta los 105) y la italiana 65.
En línea con las bolsas europeas, el IBEX recuperó un 2%. Una noticia que tal y como está la situación, es para celebrarla tras superar la semana pasada la peor jornada de su historia y segunda peor semana. La pérdida en 30 días es superior al 36%. 30 días en los que el Coronavirus ha pasado de ser una amenaza lejana en Asia a un drama sanitario y económico en Europa, que ya es el epicentro global de la pandemia.
El programa del Banco Central Europeo aporta dos mecanismos de ayuda: reducción del coste de financiación del sector público y de empresas; y afrontar con mayor holgura los programas de estímulo fiscal que intentarán paliar al máximo los efectos de esta pandemia. Muchos expertos afirman que la respuesta del BCE tenía que ser más rápida, pero está claro que Europa no está destacando por su velocidad en la reacción a esta situación. Más vale tarde… pero a qué precio.
Esta situación hizo por fin actuar al BCE, que en una videoconferencia en secreto y en situación de urgencia desarrollaron el programa de ayuda, dejando claro que Lagarde seguirá el estilo de Draghi en la gestión de esta crisis. “Era una medida vital, que permite ganar tiempo: no había liquidez en los mercados. Estaban paralizados, no solo en España o Italia, sino también en Alemania”, afirma Antonio García Pascual, de la John Hopkins University. En su defensa hay dos peros. Uno, que “el programa no sustituye la necesidad de un programa paneuropeo de ayuda”. Y dos, que un choque como el de coronavirus que afecta a todos los países, requeriría una respuesta común. “La vida sin eurobonos es muy dura y ahora se está viendo”, añade.
El BCE ha decretado que podrá decidir a qué dedica los fondos en cada momento. Hasta ahora las compras de deuda soberana no podían superar el 33% de los títulos emitidos por cada país, realizándose las adquisiciones de manera proporcional al peso de cada miembro. Ahora, pese a la oposición de Alemaina y Holanda, “Habrá discrecionalidad absoluta”. De este modo se podrá respaldar a las naciones más afectadas en sus paquetes de ayuda extraordinarios para intentar paliar la crisis que se avecina y que ya comienza a asomar.
División de opiniones
El plan que vio la luz el miércoles no gozó de la misma aceptación en diferentes lugares de Europa: Mientras que el norte de Europa lo aceptó a regañadientes, el sur recibió con entusiasmo el plan. El francés Emmanuel Macron, lo tildó de “necesario”; el español Pedro Sánchez dijo que protege a la ciudadanía; y el italiano Giuseppe Conte habló de un “golpe fuerte y sonoro, adecuado a la gravedad de la emergencia que vivimos”. Ahora, en busca de una respuesta europea que vaya más allá del BCE, todos los ojos están puestos en el fondo de rescate europeo (MEDE).
Todas estas soluciones y medidas se basan en la incierta afirmación de que esta situación es temporal y no se alargará más que unos pocos meses. Christine Lagarde comunicó a los líderes europeos que una pandemia de un mes recortaría dos puntos su previsión de crecimiento de este año para la eurozona (ahora en el 0,8%); y que si duraba tres meses, la caída sería de cinco puntos. ¿Qué ocurrirá si la situación se prolonga más aún? Esperemos que no sea el caso, pero haría falta un plan de choque aún mayor para controlar ese nuevo escenario.